16-11
El frío ha caído sin avisar,
y me pregunto si el aire
se ha vuelto más denso o soy yo
quien se pierde en la vastedad del instante.
La noche, tan silenciosa,
parece guardar secretos que no sé descifrar,
y yo aquí, en este espacio
donde el tiempo se disuelve
como las sombras de un sueño.
¿Será que el mundo pide descanso?
O tal vez soy yo quien clama por un respiro,
un refugio sin respuestas
donde el ruido se desvanezca.
Quizás son solo los días
que se me escurren entre los dedos
como agua que no consigo retener.
Hoy, la noche no está vacía,
pero siento su peso,
como un libro sin palabras
que espera ser abierto,
y yo, curioso, intento entender
si esta quietud es ausencia
o un preludio de lo que vendrá.
Al final, tal vez solo sea
el deseo de no estar en este momento,
de no ser este eco perdido
que busca, pero nunca llega.
Y aún así, sigo aquí,
tratando de hallar sentido
en el murmullo de una noche
que no pide ser comprendida.
17-11
Hay días que todo pesa,
como un susurro lejano que no llega a mi oído.
No busco respuestas, solo un rincón donde detener el tiempo.
Quiero tocar el aire, sentir que no soy solo un eco en esta sala vacía.
No más recuerdos rotos, ni promesas que nunca llegaron.
Quiero que el sol toque mi piel,
quiero que el silencio se llene de vida.
Estoy cansado de buscar en las sombras lo que no puedo encontrar.
¿Qué más se puede hacer cuando el alma ya no sabe qué pedir?
Solo busco algo que no se disuelva,
algo que me haga despertar.
A veces, solo deseo un instante de claridad,
una palabra que me recuerde que aún hay algo por descubrir.
18-11
La ciudad ya no tiene ecos,
las calles son laberintos vacíos
y mi cuerpo se arrastra,
sin rumbo, sin rostro.
A veces creo que todo fue un sueño
y que nunca hubo un principio
ni un final claro.
Solo sombras que se desvanecen
cuando la luz intenta tocarlas.
El mar, distante y mudo,
se arrastra como un suspiro roto,
y yo,
como una ola más,
me pierdo en su vastedad.
Las manos vacías,
el corazón como una ruina,
se alejan del horizonte
donde alguna vez pensé que te encontraría.
El tiempo se escurre,
como arena entre los dedos,
y yo no sé si las palabras
que no dijimos
se quedaron flotando en el aire
o si nunca existieron.
Ahora todo lo que queda
es un eco,
un vacío que ya no duele,
porque el dolor, al final,
se convierte en nada.
Y en esta soledad
que crece con cada amanecer,
aprendo a caminar
por caminos que ya no reconozco,
dejando atrás lo que fuimos,
lo que pudo haber sido,
como se dejan atrás las hojas secas
que ya no caen.
19-11
El día amanece pálido,
sombrío,
silencioso.
Mis pupilas cargan un peso infinito,
un anhelo que se clava profundo,
más allá de lo humano…
El viento se cuela por las rendijas de la ventana,
y el cielo, ahogado en sombras, no responde.
Ella habita mis pensamientos como un eco interminable;
incluso en la penumbra, su reflejo
es un faro que arde y no se apaga.
Ella, su voz,
tan dulce…
Quiero escapar, pero este vacío me ata,
esta impotencia que me consume.
Una lágrima fría tropieza con mis labios,
y al cerrar los ojos, su tacto vuelve,
rozando este cuerpo
que ya no siente.
Su calor
parecía
eterno.
20-11
La noche se enreda en las ramas desnudas,
quieta,
profunda.
Un silencio pesado habita mi pecho,
y el eco de lo que fui
me susurra al oído.
El tiempo, gélido,
se filtra entre las paredes vacías.
Ella era un faro en mi tempestad,
pero su luz se apagó,
dejándome solo frente al abismo.
Sus ojos,
como un amanecer imposible…
Quisiera deshacer los nudos de esta ausencia,
pero cada hilo me acerca más al vacío.
El invierno se ha instalado en mis manos,
cierro los ojos y siento su sombra,
rodeando este ser
que apenas existe.